Festival de San Sebastián 2021: Petite maman
A través de un sumamente equilibrado y extenso en duración plano en movimiento observamos a una niña despedirse de tres ancianas en lo que suponemos es una residencia de mayores. El plano cogotero se abre lo suficiente para adquirir un significado muy distinto al que tendrÃa en una pelÃcula cruel, en un subproducto festivalero, y podemos apreciar, además de la nuca de la pequeña, el peculiar bamboleo que realiza su cuerpo al caminar. Finalmente entra en una cuarta estancia, donde se encuentra con su madre y le pregunta si se puede quedar con un bastón que acaba de agarrar, obteniendo una respuesta afirmativa. Justo a continuación, un corte nos muestra a la madre de espaldas mirando por la ventana; la cámara rectifica con sus movimientos, y cuando al fin encuentra acomodo frente al inmenso ventanal, un zoom out y una suave melodÃa dan entrada al tÃtulo de la pelÃcula.
En la siguiente escena vemos la representación misma de la despedida, del adiós, desde el punto de vista infantil. El coche arranca y tiene lugar un bellÃsimo momento. Mientras la madre conduce, Nelly empieza a comer gusanitos y a compartirlos con ella ―se los introduce en la boca porque sigue al volante― en un hermoso escorzo; la madre sonrÃe después de que trate de darle sin demasiado éxito un sorbo al zumo que le ofrece, y el plano concluye con los brazos de Nelly rodeando su cuello, en un gesto de pura emoción. En tan solo cinco minutos Sciamma logra condesar la esencia de su nueva pelÃcula, Petite maman, una muestra de cine prácticamente opuesta a la de su anterior Retrato de una mujer en llamas.
Nos encontramos ante una pelÃcula de pequeños detalles, que parte de lo Ãntimo, de lo aparentemente banal, para ir desplegándose poco a poco hacia un todo orgánico. No hay aquà espacio para silencios forzados ni para dilatar innecesariamente la duración de los planos. En esta ocasión se trata de partir de la más absoluta sencillez y de la aparente falta de ambición para fundir varios tiempos en uno solo. Petite maman aborda ese pequeño gran paréntesis que es el duelo mediante la creación de un universo configurado por la mirada infantil; por una mirada inocente e ingenua en primera instancia, que da pie por unos minutos al cuestionamiento de cierto misterio que se genera, pero que bien pronto alcanza una madurez impropia, inesperada para ser la de una niña de ocho años, por lo que el universo de la pelÃcula se define y acota de forma transparente sin prestarse a juegos narrativos baratos. La ficción permite una convivencia de tiempos y personajes que otro medio tendrÃa muy difÃcil alcanzar, y la puesta en escena de Sciamma se limita ―¡como si fuera poco!― a contemplar encuentros imposibles sin solución de continuidad, pues, aunque aceptemos que la ficción nos ha propuesto eso, aunque nos lo creamos, tenemos claro que es finito y que, real o figurado, llegará nuevamente el momento de la despedida.
El paréntesis debe cerrarse necesariamente en algún momento, y el trayecto a través de él es una continua lección de equilibrio y contención, de partir del detalle, del gesto, para alcanzar una cierta realidad. Eso es posible porque la cámara parece situarse en todo momento a la altura y en la posición adecuadas, como parecen serlo de una u otra manera todas las decisiones tomadas en Petite maman. Incluso la utilización de un arriesgado inserto musical resulta excepcional. Todo gracias al dominio que muestra la directora de todos los aspectos de su pelÃcula, al tono que le imprime y, sobre todo, a su empeño en respetar el movimiento de los cuerpos en el encuadre, a dejar que sean sus actrices el motor de la narración. Los abrazos en esta pelÃcula no significan lo mismo que los de Un monde o los de Unclenching the Fists; incluso podrÃa decirse que aquà no significan nada, pues no surgen como respuesta a ninguna acción ni buscando una reacción concreta por parte del espectador, simplemente acompañan la emoción pura que, como señalaba en los primeros párrafos, se habÃa logrado instaurar hábilmente en las escenas iniciales.