Lobo - En tierra hostil

viernes, mayo 27, 2016 0 Comments A+ a-

Hoy no estaríamos hablando de esta película si la Academia no hubiera decidido incluirla entre las cinco películas de habla no inglesa candidatas al Óscar. En mi opinión, la pérdida sería bastante fácil de sobrellevar. Lobo fue presentada en la primera edición del Filmadrid, un festival nacido para buscar y enseñarnos cintas innovadoras en cualquiera de los terrenos posibles. Es bastante paradójico que esta cinta fuera incluida en su sección oficial, pues su clasicismo formal impide encontrar en ella rasgos diferenciales de peso para su elección. Por otro lado, igual de extraña fue su nominación a los Óscar, ya que los trabajos africanos que normalmente aparecen en las quinielas son mucho más sensacionalistas e incluso panfletarios. Que en Lobo hay cierta denuncia histórica está fuera de duda, pero el contexto está ahí para enriquecer a la historia de supervivencia y no al contrario.

Theeb 1Lobo -Theeb en el título original- es un niño que vive con su tribu beduina en un rincón olvidado del Imperio Otomano. Tras la reciente muerte de su padre, es su hermano Hussein quien debe asumir la labor paterna. Mientras la Gran Guerra acontece en Europa, la tribu recibe la visita de un oficial del ejército británico y su guía, que se encuentran en una misión misteriosa, algo totalmente desconocido para un niño como Theeb. A su hermano Hussein le encomiendan la tarea de acompañarles a su destino, una serie de pozos de agua en la antigua ruta de peregrinación a La Meca. El conflicto surge cuando Theeb, temeroso de perder a su hermano y mentor, decide seguir su camino en un peligroso viaje a través del desierto de Arabia, plagado de hostilidades. Así se inicia un viaje de descubrimiento tras la inocente mirada de un niño incapaz de comprender qué hace un británico allí y por qué existe un enfrentamiento entre los mercenarios otomanos y los revolucionarios árabes. Como telón de fondo, el ferrocarril, cuyo sonido se apodera de algunas escenas de forma milagrosa, creando una sensación realmente turbadora.
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Lobo recupera la esencia del cine clásico de aventuras, pero siguiendo los códigos del western y con ecos neorrealistas. La ópera prima de Naji Abu Nowar resulta satisfactoria en su atractiva mixtura de géneros, aunque el planteamiento y la ejecución de los momentos más animados y menos contemplativos desafíen la lógica interna de la narración. En ellos, los personajes de la película se comportan de manera similar a la inteligencia artificial de los rivales en el modo campaña de un shooter cualquiera. Yo, como espectador, soy incapaz de creerme escenas tan torpemente filmadas dentro de una historia en la que la mirada protagonista responde a la inocencia y naturalidad de un niño. El impacto de los primeros minutos de Theeb en tierra hostil se va diluyendo -aunque sin llegar a perderse en ningún momento- conforme avanza el metraje, donde se advierte de forma cada más evidente la pesadumbre del peor Kiarostami.

Con más aciertos que errores, Lobo se constituye como un debut a tener en cuenta, aupado por los premios y nominaciones recibidos a lo largo y ancho del globo. Una cinta que homenajea al cine de aventuras clásico, siguiendo sus patrones y rodando en las mismas localizaciones que Lawrence de Arabia, el film de David Lean. Quizá se eche en falta un mayor aprovechamiento del intimismo que aporta la mirada infantil de Theeb, pero no podemos discutir que nos encontramos ante una clase de cine que bien podría ser recuperada. A caballo (o a camello) entre la autoría y la comercialidad, Abu Nowar consigue colocar su primer trabajo en nuestras carteleras.

Noche real - Hoy toca ser normal

viernes, mayo 20, 2016 0 Comments A+ a-

royalnightout--zEl discurso del rey, la oscarizada película dirigida por Tom Hooper, erraba al ser incapaz de trascender la dimensión individual del rey Jorge VI. El trabajo resultaba algo superficial, sobre todo por desaprovechar un contexto sociohistórico más que interesante. En las antípodas de dicho trabajo se encuentra Noche real, que narra en clave de humor las desventuras de la princesa Isabel y su hermana Margarita durante la noche del 8 de mayo de 1945, en la celebración del Día de la Victoria en Europa. Las pretensiones de ambos trabajos no pueden equipararse, pero dentro de la superficialidad de la cinta de Julian Jarrold encontramos un trasfondo mucho más rico. El director británico trae de vuelta la esencia de la screwball comedy para contarnos una historia romántica y de (re)descubrimiento.

La película abre con un plano del rostro de Sarah Gadon fundiéndose entre las imágenes del pueblo que celebra la rendición de la Alemania nazi. Esas imágenes podrían resumir sin ningún problema el conflicto interno de la princesa Isabel, que dota a la cinta de un componente dramático que en algunos momentos no daba la sensación de ir a existir. La culpa de esto, y a la vez el hecho causante de la gran mayoría de risas en el pase de prensa, la tiene el personaje de Margarita, tan unidimensional como eficaz a la hora de evidenciar las intenciones cómicas de la producción. Afortunadamente, llega un punto en el que se toma la acertada decisión de olvidarse de un personaje tan intrascendente y accesorio para contraponer los sentimientos de los personajes interpretados por Sarah Gadon -indudable motor narrativo del filme- y Jack Reynor. Además de los "problemas" que puede sufrir alguien como una futura monarca británica, encontramos la otra cara del asunto: un joven combatiente desencantado e incapaz de celebrar las palabras del rey, en oposición al aplauso generalizado del resto del pueblo. El asunto está tratado con cierta ligereza, no vamos a negarlo, pero también con la concisión necesaria para que adquiera cierta trascendencia, al menos dentro de la película.

No hay ninguna duda respecto a la función de Noche real en nuestras carteleras: un divertimento amable con cierta dimensión histórica. Y lo cierto es que la cinta es más divertida cuando el personaje más intrascendente de todos desaparece de la pantalla, haciendo que cualquier situación cómica surja de forma espontánea. Al estupendo trabajo de Sarah Gadon hay que sumarle las pequeñas pero importantes intervenciones de Rupert Everett y Emily Watson, perfectos en sus respectivos roles. Todas estas virtudes -nunca notables- son suficientes para elevar el conjunto de un producto irregular y encorsetadamente circular.

El rey tuerto - El ser alienado

viernes, mayo 20, 2016 0 Comments A+ a-

"En el país de los ciegos, el tuerto es el rey". Parece ser que bajo este enunciado se construyó la obra de teatro El rey tuerto, dirigida por Marc Crehuet, encargado ahora de llevarla a la gran pantalla. Sería injusto, tanto para la película como para el cine español en general, establecer una analogía entre dicha frase y la situación de la ópera prima del director catalán dentro de nuestro panorama cinematográfico. Pero lo cierto es que El rey tuerto es la reina de las producciones españolas en lo que llevamos de 2016 -prácticamente la mitad-. Su primera media hora es una absoluta genialidad, dejándonos los mejores momentos cómicos del cine español en mucho tiempo. Nada de esto sería posible sin la estupenda labor de un cuartero actoral sencillamente impresionante. Los duelos dialécticos entre Alain Hernández y Miki Esparbé son una delicia. 

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El mayor logro de Crehuet es su atrevimiento para poner sobre la mesa multitud de temas importantes y tratarlos mediante el humor (negro). Por encima del propio enunciado que da nombre a la película, encontramos una cuestión de mucho mayor calado: la alienación que sufre gran parte de la población española. El propio tono humorístico es lo que impide que el maniqueísmo se apodere de la cinta y haga de las suyas, algo relativamente fácil cuando se trata de entrar en materia política. Claro ejemplo de esto es la reciente La punta del iceberg, ópera prima de David Cánovas, que fracasaba por la facultad enjuiciadora de su discurso. El rey tuerto, afortunadamente, decide enfocar su discurso desde la perspectiva del individuo alienado, independientemente de la causa y las consecuencias de dicho problema. Quizá se trate antes de un problema humano que de uno político.

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Un único escenario, un guion extraordinario -especialmente inspirado en los diálogos- y cuatro intérpretes totalmente entregados sobran para realizar uno de los debuts más sugerentes de la década. La puesta en escena minimalista nunca llega a transmitir excesiva teatralidad, gracias a algunas escenas de transición cuya presencia sirve para desarrollar el caos psicológico del protagonista. Por otra lado, el montaje y el inteligentísimo uso del sonido son elementos clave a la hora de transmitir una estable sensación de continuidad. Esto hace que el ritmo se mantenga en todo momento, a pesar de un intensísimo y sorprendente arranque.

El rey tuerto es una pequeña maravilla; una exhibición interpretativa de los dos miembros masculinos del reparto. Pero la cosa no se queda ahí, pues Ruth Llopis es una revelación a tener muy en cuenta. Su tiempo en pantalla es bastante inferior al de la pareja masculina, pero su trabajo es realmente meritorio. Pese a que no vaya a poder verse en demasiadas salas, os recomendaría a todos que os acerquéis y le deis una oportunidad, pues su trasfondo de actualidad es de interés común y su humor completamente universal y acertado. Una película que sorprende, por su discurso y por sus interminables salidas humorísticas de nivel.

El hombre perfecto - Mi vida sin mí

viernes, mayo 13, 2016 0 Comments A+ a-

el-hombre-perfecto¿Hasta dónde sería capaz de llegar una persona con tal de mantener un estatus social, aunque éste sea fruto de una mentira? ¿Hasta dónde sería capaz de llegar alguien para lograr el éxito profesional deseado? Estas dos cuestiones planean en todo momento sobre El hombre perfecto, el segundo largometraje del francés Yann Gozlan. Aunque ambas preguntas estén estrechamente relacionadas, la segunda entra dentro de la primera, a partir de la que se construye la película. Sin embargo, la conclusión parece aludir directamente a la segunda cuestión, como si la perversión de toda la propuesta, el engaño creado por los guionistas pero sobre todo por el protagonista, terminara de una forma hasta cierto punto ética sobre el esfuerzo requerido para prosperar y convertirte finalmente en quien quieres ser, aunque para ello ese sacrificio tenga que ser casi indescriptible. Contemplar tus propios éxitos desde los ojos de otros puede producir una mezcla entre fascinación y tristeza realmente llamativa.

Mathieu es un escritor de 25 que se gana la vida trabajando para una empresa de mudanzas. Sus esfuerzos por que le editen algo parecen vanos, pues no tiene el talento ni la imaginación necesarios para triunfar en el mundo literario. Sin embargo, su vida dará un vuelco el día que encuentre un manuscrito entre las pertenencias de un anciano solitario que acaba de fallecer. Tras dudar un poco al principio (supongo que por cuestiones éticas), Mathieu decide apropiarse de la novela y enviarle para su posterior publicación. Convertido en la nueva promesa de la literatura francesa, el joven se ha convertido en la persona que tanto deseaba ser. Pero el talento no aparece de la nada, y sus problemas comenzarán cuando empiece a ser presionado para publicar su siguiente novela. La bola de nieve se ha hecho tan grande que tendrá que solventar situaciones de lo más arriesgadas.

el-hombre-perfecto (1)Este thriller tan llamativo de Gozlan cuenta con influencias admitidas por él mismo, como es el caso de las novelas de Patricia Highsmith. Yo encuentro otras claras (y en este caso, cinematográficas) como las de Brian De Palma, François Ozon o el Match Point de Woody Allen. Con esta última los puntos en común son evidentes y se repiten a lo largo del metraje, especialmente en una escena que en cuestiones narrativas persigue el mismo fin en ambos filmes: que toda la mierda que hay escondida no salga a la superficie. Por otro lado, las coincidencias con el cine del director francés radican principalmente en el aspecto visual, aunque también las encontramos en la propia naturaleza del relato. No es casualidad que Pierre Niney, el estupendo protagonista de la película, lo sea también del próximo trabajo de Ozon. En cuanto a Brian De Palma, las reminiscencias son continuas y se encuentran en casi todos los departamentos. Quizá lo más llamativo sea el uso, con finalidad estética pero también narrativa, del gran angular para destacar los rostros dentro del encuadre. Si en Passion eran Rachel McAdams y Noomi Rapace las que se escondían detrás de un ordenador, aquí su lugar lo ocupa Pierre Niney, integrante de la prestigiosa Comédie-Française. Un Niney que también sufre ensoñaciones, aunque su paranoia sea real y no fingida. Porque El hombre perfecto es una película bastante más honesta (habla sobre la mentira, pero esta subyace en la narración y no necesita que las formas potencien esa sensación de artificio), y las trampas surgen en un par de ocasiones en forma de engaño pero no de mentira. Por desgracia, al filme de Yann Gozlan le falta una conclusión a la altura de las del virtuoso cineasta estadounidense.

Historias del estilo hemos visto montones, pero Gozlan demuestra talento y elegancia para narrar la que coescribe junto a Guillaume Lemans y Grégoire Vigneron. A pesar de empezar como una locomotora, el ritmo nunca decae y el interés se mantiene en un crescendo constante. Se nota que cada escena tiene bien definida su función dentro del conjunto, pues esto es una clara demostración de lo que significa ir al grano. Consciente de su encuadramiento genérico, El hombre perfecto aprovecha todos sus elementos y sitúa a Gozlan como un narrador estiloso y atrevido a tener en cuenta.