Pozoamargo - Volver a empezar

viernes, junio 24, 2016 0 Comments A+ a-

Pozoamargo – La sombraDividir una obra cinematográfica en dos partes perfectamente diferenciadas conlleva mucho riesgo, más del que uno podría imaginarse en un primer momento. Aún más arriesgado es si el paso de un segmento a otro está marcado por un cambio en el color de la imagen. Así las cosas, pasamos del color inicial, que potencia el inevitable costumbrismo de la España más profunda, al blanco y negro de la segunda mitad, que establece incontables metáforas visuales con las sombras y anticipa un pronunciado onirismo durante su prolongada estancia. Ahí es donde radica el principal problema de Pozomargo, la nueva película de Enrique Rivero -ganador del Leopardo de Oro en Locarno con Parque vía, su ópera prima-, en la obviedad del uso de algunos elementos en el segundo segmento, el mismo que está fotografiado en blanco y negro. De la sutil elipsis, elegante a la hora de aportar algo narrativamente, pasamos al trazo obvio de la metáfora, que además tiende a repetirse en no pocas ocasiones.

Pozoamargo_portadaCuando Jesús se entera de que sufre una enfermedad venérea y se la acaba de transmitir a su mujer embarazada, decide dejar atrás el mundo en el que hasta entonces había vivido. Incapaz de afrontar la situación, huye a Pozoamargo, un pueblo castellano situado en las entrañas de la España profunda; un lugar en el que pueda empezar de cero sin tener que rendir cuentas con nadie, si acaso con su propia sombra y el peso de la culpa con el que carga a sus espaldas. Son bastante representativas las dualidades que se crean en la cinta, como el ya mencionado cambio de color o el contraste entre los personajes de Jesús Gallego y Natalia de Molina, una joven que busca la liberación contándole su vida a desconocidos e incluso manteniendo relaciones sexuales con ellos. Su personaje surge como una paradoja del ambiente rural, pero quizá también para establecer una analogía inversa con la culpabilidad de Jesús. ¿Son las relaciones sexuales una manera de redimirse para ambos? Afortunadamente, Pozoamargo es una cinta que dice mucho más a través de las imágenes que con las palabras, así que el espectador activo deberá encontrar su propia respuesta a las preguntas que se van planteando.

pozoamargoEn su primera mitad, la película de Rivero se asemeja al estilo de algunos cineastas como Carlos Reygadas -compatriota mexicano- e incluso Michael Haneke. Quizá como forma de dotar de personalidad a su trabajo, en la segunda mitad toma el riesgo de seguir un camino espiritual que no le beneficia en absoluto. A pesar de que la idea es notable, por eso de representar una especie de salvación (quizá sería más adecuado hablar de aceptación) a su manera -como si de la más oscura de las pesadillas se tratase-, la ejecución es torpe por evidente, obvia y reiterativa. Los logros de la primera mitad, que retrata a la perfección la aridez de un territorio y la sordidez de un personaje abandonado a su suerte, se minimizan pero no se eliminan. Sin embargo, es inevitable salir de la sala con un sabor agridulce, conscientes de que nos encontramos ante la obra de un autor muy interesante. El Via Crucis de Jesús (la interpretación de Jesús Gallego es notable) culmina de forma contundente, pero para entonces servidor ha desconectado y el impacto no se puede medir de la misma manera.

Green Room - Problemas de espacio

viernes, junio 10, 2016 0 Comments A+ a-

Es innegable que Jeremy Saulnier es un director con estilo, con cierto talento a la hora de manejar la tensión y muy competente para trabajar en espacios reducidos. Bajo estas características nace Green Room, un atrayente ejercicio de estilo que, no obstante, sigue las mecánicas narrativas de cualquier slasher mediocre. El tercer largometraje de Saulnier, pese a todo, es una película interesante, que sobresale por encima de muchos otros títulos del género. Una consideración genérica que, por otra parte, sería complicado establecer, pues la cinta es un híbrido -a ratos satisfactorio- de multitud de géneros (inundada de tópicos de todos ellos, eso sí). Pero el conjunto se me antoja un poco cojo, pues acaba saliendo airosa gracias algunos elementos diferenciales que aumentan sustancialmente el nivel de la película: la violencia e Imogen Poots.

Green Room – Caos CalmoLos miembros de una banda de música punk, hastiados al no encontrar lugares donde realizar sus conciertos, deciden aceptar una oferta un tanto misteriosa. Tras tocar en un bar de ambiente neonazi, presencian un homicidio y son encerrados en una habitación del local por los empleados del mismo -coordinados por un Patrick Stewart caricaturesco y nada intimidante-. Las intenciones del dueño son claras: no quiere que haya testigos de lo sucedido, por lo que hará todo lo que sea necesario para evitar que el secreto salga de las paredes de esa habitación. Todo esto con una galería de personajes estereotipados y sin alma, que parecen sacados de cualquier película insustancial de género. Sus comportamientos también dejan mucho que desear, pues la coherencia narrativa de la cinta hace aguas por todos lados. Comparar este trabajo con Asalto a la comisaría del distrito 13 es un insulto a la figura de John Carpenter. En su notable película, la tensión se palpa en cada plano, mientras que en la de Saulnier es intermitente y necesita de la violencia y el contacto físico para atrapar al espectador. Este thriller, estilizado y hasta cierto punto sugerente, es mucho menos válido e icónico que el del director de Halloween.

Green Room2
La simpleza del entramado (algo que no tiene por qué ser negativo), se potencia por las escasas salidas de un guion que, como ya he dicho, abraza todos los tópicos que encuentra a su camino. Blue Ruin también acusaba problemas de ritmo, pero éstos no eran suficientes para restar fuerza a su potente historia de venganza, siempre acompañada por una poética visual que hacían de ella una película especial. Además, su personaje protagonista generaba más interés -por su construcción y por su propia naturaleza- que cualquiera de los de Green Room, lastrados por unas interpretaciones bastante flojas en general. Pero ahí está Imogen Poots para cargar con todo el peso de la obra a sus espaldas y llenar la pantalla con su presencia, su carisma y su enigmática mirada. Esta actriz es capaz de que olvidemos todos los problemas de una película, aunque sea momentáneamente, para disfrutar de unas cualidades que no parecen tener techo. Estilosa pero rutinaria, Green Room nunca trasciende las limitaciones de los géneros que transita.