White God - De dioses y perros

viernes, junio 19, 2015 0 Comments A+ a-

Crítica escrita por Irene Castro

Rousseau defendía que el hombre era bueno, libre y feliz en estado de naturaleza, pero al establecerse en sociedad, la corrupción y la injusticia de ésta lo conducían hacia el mal y le arrebataban su libertad y felicidad iniciales.

Lili, la niña protagonista, y Hagen, su perro, forman una unidad íntima en un principio. Ambos se complementan y se necesitan para lograr esa armonía original. Pero al ser separados, caen de lleno en una sociedad que les es ajena, y que les obliga, directa o indirectamente, a reconvertirse para adaptarse.

A partir de esa desvinculación, la historia principal se divide en dos tramas, que se desarrollan paralelamente y  comparten una estructura similar.


La historia que sigue a Lili continúa con el planteamiento defendido por Rousseau. La niña intenta continuamente recuperar a su mascota, lo que en teoría restablecería las condiciones que se daban en el estado de naturaleza, pero el filósofo francés sostenía que esto es imposible. La única forma de rescatar esos principios positivos iniciales es mediante el pacto social. Así, tras sufrir la corrupción personal debida a la presión social, tras caer y tocar fondo, Lili opta por la reconciliación, en este caso, con su padre.  Ambos ceden parte de sus derechos para lograr el bien común.

Por otra parte, tras ser separado de su dueña, se inicia para Hagen una cadena de sucesos que lo conducen hacia un verdadero mal. El animal es sometido a la voluntad de diferentes personas hasta la negación de su propia esencia. Su transformación es tan extrema que necesita una solución más drástica, no es viable la reconciliación, por lo que opta por el remedio propuesto por Marx para romper esta alienación: la revolución. El alemán defendía que en todo cambio tiene un papel principal la clase menos favorecida, que en este caso es la especie canina, cuyos miembros se unen para reafirmar su poder. Pero Hagen radicaliza esta revolución de forma que, en vez de avanzar hacia la paz, conduce hacia la guerra. Los principios que motivaban la insurrección se ven viciados hasta transformarse en una venganza.


De este modo, la película pasa de ser en su primera parte un drama luminoso, en el que se plantean las preguntas y se muestra la evolución de los personajes principales, hasta convertirse en su última hora en una obra más oscura, agresiva, con tintes de terror. Este tramo final, aunque gana fuerza, también se vuelve algo caótico y torpe. El ritmo entonces se acentúa y se acerca a un tono más convencional, alejándose de la primera naturaleza de la obra – como les ocurría a los personajes -.

La música tiene dos papeles fundamentales en la cinta. En la historia interna, es un elemento tranquilizador, como se muestra en la televisión de la perrera o en la utilización de la trompeta. En cambio, en la dimensión externa muestra la fuerza, el poder y, sobre todo, el terror. En su ética, Rousseau no declaraba que la bondad natural del hombre estaba perdida definitivamente al establecerse en sociedad, sino que aportaba una vía para recuperar y potenciar ese valor. Para el filósofo era la virtud, para Kornél Mundruczó es la música. La película está repleta de imágenes de gran fuerza, que buscan la confrontación con el espectador, llevándolas en ocasiones al límite para reforzar el debate moral sobre el sometimiento, la represión y la desesperanza.

Phoenix - Volver

jueves, junio 04, 2015 0 Comments A+ a-

Por fin llega a nuestras salas Phoenix, la última película de Christian Petzold, avalada por el Premio FIPRESCI en el último Festival de San Sebastián. Si bien no es la gran película que en cierto modo podría esperarse, sí puedo decir que es un excelente acercamiento a las verdaderas consecuencias del holocausto, exento de manipulación y muy lejos de caer en el pornodrama emocional, en el que tan fácil es caer en una cinta de estas características. Petzold vuelve a contextualizar la historia en el turbio pasado de su país, dotándola en todo momento de una sobriedad y elegancia casi academicista que contrasta con su trasfondo turbador. Una mirada atrás hacia una Alemania (país y población) en ruinas.

Nelly (Nina Hoss), una superviviente de Auschwitz, regresa a su Berlín natal con la cara desfigurada, acompañada por Lene (Nina Kunzendorf), de la Agencia Judía y amiga suya antes de la guerra. Nelly decide someterse a una operación para reconstruir su cara, de la manera más fiel posible a como era antes de la guerra. Una vez recuperada, Nelly comenzará la desesperada búsqueda de su marido, Johnny (Ronald Zehrfeld), que está convencido de que ésta murió en el holocausto junto al resto de su familia. Pese a las advertencias de Lene, que asegura que Johnny fue quien la delató a los nazis, Nelly no cesará en su intento de encontrarle. Pero cuando se produce el reencuentro, Johnny no la reconoce. Ella aceptará hacerse pasar por su mujer, es decir, por ella misma. Esta situación recuerda, salvando las distancias, a una obra maestra como es Vértigo (sí, sé que no soy el primero ni el último que lo dirá).


El primer problema que plantea Phoenix es la dudosa verosimilitud de su guion, donde cada cual tomará un diferente posicionamiento. No dudo que este motivo sea capaz de sacar a más de uno de la historia, pero tampoco creo que sea algo tan inverosímil como algunos dicen. Además de que desconocemos cómo era su rostro antes de la guerra, hay que tener en cuenta la absoluta negación llevada a cabo por los protagonistas, fruto de la culpa y del amor: ella, incapaz de admitir la posibilidad de que su marido la traicionase; él, convencido de que murió y abrumado por la culpa y la evidente posibilidad de que sea la verdadera Nelly. Ambos necesitarán pruebas irrefutables para admitir unos hechos y una realidad que parecen obviar.

El “Fénix” que da nombre a la película adquiere diferentes formas en ésta: una Alemania en ruinas que debe empezar de cero; una joven que necesita la reconstrucción de su cara y, a la vez, de una identidad perdida en los campos de concentración; una relación amorosa destruida por culpa de la guerra; y un club nocturno de nombre coincidente con el título, y en cuyo interior cada uno se busca la vida como bien puede. También se podría aplicar al vestido rojo de Nelly en el primer encuentro con su ex marido, pero no confirma esa condición de Fénix: no la reconoce.


La bellísima y cuidada puesta en escena llevada a cabo por el alemán, contrasta completamente con el fondo desolador de la historia. La (casi) primera mitad de la historia es brillante, con la presentación de la frágil Nelly, fantásticamente interpretada por la actriz fetiche de Petzold, Nina Hoss. La composición de un personaje de remarcada fragilidad, que, con el devenir de los acontecimientos, adquirirá un cariz totalmente desgarrador. Y no olvidemos a una también genial, aunque con una escasa presencia en pantalla, Nina Kunzendorf; ni a un muy buen Ronald Zehrfeld, como réplica a la interpretación de Hoss. Desgraciadamente, la película adolece de una progresiva pérdida de fuelle desde el encuentro decisivo de la pareja (el segundo). En la segunda mitad adquiere un tono casi teatral, con una narración que parece desprovista de la intensidad que sí tenía en un principio. Cuando parece que ya sólo queda asistir al desperdicio de una buena historia, un final de esos que ponen los pelos de punta se encarga de subsanar con éxito ese bajón que parecía no tener solución. Una total demostración de sutileza -en todo el film, aunque aquí especialmente- y talento de Petzold. Así, aunque supongo que involuntariamente, la película actúa también como ave fénix.


No es redonda, pero es un estupendo reflejo de Alemania una finalizada la II Guerra Mundial, y de una de las tantas personas que lo perdieron todo. Como bien dice el personaje de Johnny en una escena: “Nadie se fija en los que vuelven de los campos de concentración. Nadie los va a reconocer”. Phoenix es una de esas películas que, sin saber muy bien por qué (quizá por tener uno de los mejores finales de los últimos tiempos), tiene toda la pinta de ir a permanecer en mi memoria y a mejorar con el paso del tiempo.

Misericordia (Los casos del Departamento Q) - Poquedad

jueves, junio 04, 2015 0 Comments A+ a-

Con dos años de retraso, llega a nuestras salas el primer capítulo de la saga policíaca “Los casos del Departamento Q”, que se basa en las novelas del danés Jussi-Adler Olsen. La cinta que nos ocupa se titula Misericordia, adaptación de “La mujer que arañaba las paredes”, y en poco más de un mes llegará a nuestras salas la segunda película de la saga, Profanación. En el panorama cinematográfico estamos acusando una notable falta de ideas y de repetición; en cuanto algo funciona o se vende no paran de surgir propuestas similares. No obstante, es un hecho que el policíaco nórdico nos ha dejado innumerables trabajos de calidad, tanto en televisión como en la gran pantalla. El problema es que de todo lo que obtiene buenos resultados (taquilla, ventas, televisión, etc), acaban apareciendo secuelas, remakes, adaptaciones de cualquier novela mínimamente decente… Y esto desemboca en saturación para el espectador, pérdida de originalidad en los productos, y en una inevitable caída cualitativa de éstos.


El inspector Carl Mørck (Nikolaj Lie Kaas) cometió un error en una misión que le costó la vida a un compañero, y la completa invalidez a su mejor amigo, también agente de la ley. Cuando quiere volver al trabajo, sus superiores le relegan a una unidad llamada Departamento Q, en la que deberá revisar y archivar casos cerrados en los últimos 20 años. Carl es un hombre conflictivo, de los que actúan siempre por instinto y sin pensar en las consecuencias. Además de esto sufre una crisis personal, fruto del abandono de una mujer que le ignora. Para llevar a cabo la tarea tendrá un compañero de origen sirio, Assad (Fares Fares), de personalidad totalmente opuesta a la suya, siempre con una sonrisa en la cara. Carl decidirá reabrir un caso sobre el que tiene una corazonada, pese a las trabas que le pondrán los jefes.

A través de un montaje paralelo, seguiremos la investigación de los policías mientras vemos lo que sucedió (o sucede) en el caso que investigan. Si bien Mikkel Nørgaard consigue crear una cuidada y lograda atmósfera, con un uso de la iluminación y del sonido excelente, así como la historia en ningún momento se hace pesada, existe una torpeza evidente durante todo el metraje, la cual se acentúa con el uso reiterado de los flashbacks. Misericordia es entretenida, como todo policíaco nórdico, pero desprende una inocencia constante, una imposibilidad de ir más allá que acaba lastrando su resultado. El guion es de esos tan previsibles como poco originales, en todo momento puedes hacerte una idea de lo que sucederá. Los que vayáis a verla, si no leéis la sinopsis os haréis un favor, porque cuenta media película.


No dudo que haya llegado un punto en el que, debido a la creación de tantos productos similares, uno sea más crítico a la hora de escribir sobre aquéllos que van llegando a nuestras salas. Pero es que el desarrollo de la trama es demasiado tópico: la investigación avanza constantemente fruto de la casualidad (sabes en todo momento si el caso se va a resolver o no), los policías desobedecen, como tantas veces, las órdenes de sus superiores… Es muy difícil conectar al completo con un relato al que se le ven las costuras. Nørgaard busca emocionar al espectador con algunas poderosas -y violentas- escenas, pero más allá del sugerente uso del sonido, poco puedo rescatar.

Parece que un género que hasta hace poco se encontraba en alza, el thriller policíaco, empieza irremediablemente a caer en picado. De cualquier modo, estoy convencido de que seguirán surgiendo trabajos que merezcan la pena, incluso dentro de esta misma serie, Los casos del Departamento Q. Misericordia no es una mala película, pero rara vez consigue ir más allá de lo ordinario. El danés se lo juega todo a una con la posibilidad de sorprender, y, por desgracia, todos los acontecimientos se ven a la legua.

La lección - Tres días, dos noches

jueves, junio 04, 2015 0 Comments A+ a-


La película bulgara La Lección se alzó con el Premio Nuevos Directores en el pasado Festival de San Sebastián. De no haber conseguido dicho galardón, seguramente no hubiese sido distribuida en nuestro país. La ópera prima de Kristina Grozeva y Petar Valchanov nos cuenta la historia de Nadezhda, una profesora que, tras cometerse un robo en su clase por parte de un alumno, tratará de averiguar por todos los medios quién ha sido el culpable, para así enseñarle una lección sobre lo que está bien y lo que no. Mientras tanto, una serie de circunstancias en su vida privada harán que se vea obligada a realizar actos que dejarán entrever esa doble moral tan característica en nuestra sociedad.

Heredera de muchas cintas del cine social europeo, hace uso de elementos tan usuales como la continua cámara en mano y la ausencia de banda sonora, para así dotar al relato del realismo que caracteriza a este tipo de cinta. El irresponsable y alcohólico marido de Nadezhda se retrasa en la devolución de un préstamo, por lo que ésta deberá reunir en tres días la cantidad de dinero necesaria para evitar el desahucio de su familia. La integridad de la mujer se irá perdiendo poco a poco, y tendrá que tragarse su orgullo y llevar a cabo acciones que nunca se hubiese imaginado. Esa cuenta atrás remite inevitablemente a la última película de los hermanos Dardenne: Dos días, una noche.


El principal problema de La lección es que, llegado un momento del metraje, buscará encontrar la convergencia entre el drama más realista y el thriller más inverosímil. Con inverosímil me refiero a la continua sucesión de casualidades, impropias en un cine como es el drama social. Así, la crítica y reflejo de una burocracia que en ocasiones supone un verdadero infierno para el ciudadano en situaciones cruciales, se verán lastrados por el patetismo de algunas situaciones, las cuales no harán más que romper el realismo inicial de la propuesta. La película repite un esquema formal y narrativo que hemos visto en multitud de ocasiones, por lo que la capacidad de sorpresa se pierde por completo. Además, el uso de la cámara en mano es demasiado brusco durante todo el metraje, cuando algunos tramos se desarrollan con lentitud y no requerían tanto movimiento.

Los directores de la cinta bulgara quieren mostrar, de manera muy ruin, el paralelismo entre dos acciones similares pero de naturaleza totalmente opuesta. La forma de llevar al límite la naturaleza humana en según qué situación me gusta, pero no creo que pueda funcionar como ningún tipo de lección. No tiene absolutamente nada en común un robo ejecutado por simple rebeldía y por innata naturaleza, con los actos que alguien lleva a cabo cuando tiene que salvar sus bienes más básicos. Ésto, junto a un tramo final al que se llega por puro capricho de sus directores en la escritura del guion, enturbian la desgraciada historia de Nadezhda, llevándola a unos límites que exceden el realismo pretendido.


La naturalidad con la que todo acontece en Dos días, una noche -obviando su final-, aquí no consigue aparecer en ningún momento, pues como ya he dicho, parece que todo el desarrollo de la película existe únicamente para justificar ese desacertado paralelismo entre acciones. Una genial Margita Gosheva sostiene en todo momento este alargado relato, que pese a naufragar en sus intenciones, deja algún apunte aislado más que interesante.