Leviathan. Disección de un coloso y confirmación de un genio
Pese a empezar con una cinta tremendamente personal y simbólica como El regreso, Andrei Zvyagintsev ha ido abordando temas sociales de manera ascendente, llegando a una disección de la sociedad rusa en Leviathan. La fuerza narrativa que aporta el ruso a sus trabajos ya se apreciaba en su ópera prima, pese a ser la cinta menos narrativa de su filmografÃa; pero es en Leviathan donde vislumbramos su potencial narrativo en todo su esplendor, siendo ésta un verdadero torrente de principio a fin.
Kolya tiene un taller de mecánica junto a su casa, en la cual vive con su mujer y su hijo, fruto de una relación anterior. El alcalde quiere el terreno en el cual están instalados el taller y la casa, por lo que hará lo posible por conseguirlo. Ésto serÃa imposible de ser al revés, pero no siendo asÃ, nos sumergimos en un retrato de la corrupción existente en el sistema ruso.
Zvyagintsev se aleja en cierto modo de su estilo, dejando a un lado el virtuosismo visual para concentrar toda la fuerza en planos interiores - casi fijos -. Los sÃmbolos se ven reducidos prácticamente al monstruo que da nombre a la pelÃcula, que simboliza a un mal que bien podrÃa ser el alcalde fÃsicamente, o las altas esferas del poder en su conjunto - desgraciadamente, la corrupción no es exclusiva de Rusia -. Lo que es un hecho es que ésta es su obra menos personal, pero a la vez la más completa y sobria. He mencionado anteriormente que deja de lado el virtuosismo visual, lo cual no quita que visualmente sea una gozada, acompañando a la fotografÃa los ya clásicos tonos frÃos en sus pelÃculas, que en esta ocasión retratan a la perfección una Rusia muy gélida.
Las interpretaciones de todo el elenco son de un nivel muy alto, destacando a Roman Madyanov en el papel del alcalde, en el cual ves reflejado a mucho politicucho actual. El guión - premiado en Cannes - es una absoluta genialidad, con unos diálogos cargados de fuerza y que se permiten ciertos toques de humor negro fantásticos (los cuadros de los lÃderes polÃticos y el comentario sobre Yeltsin). Zvyagintsev vuelve a tratar las relaciones de pareja de una manera fantástica, como lleva haciendo a lo largo de toda su filmografÃa - aunque en El regreso lo hiciera muy de refilón -. También recalcar la coincidencia de los planos iniciales del metraje con los de su final (como ya hiciera en Elena), advirtiendo que el monstruo sigue ahà tras la batalla, pues se antoja imperecedero.
Las virtudes de esta pelÃcula y del cine de Zvyagintsev en general son innumerables, pero pese a ello me ha faltado algo; quizás algo más de garra en determinadas situaciones; quizás un poco más de la esencia o estilo del ruso, porque aquà se aleja de su personalidad - sin perderla - para traernos este viaje a los infiernos de Kolya, de una manera completÃsima y desgarradora. Pero como ya digo, me ha faltado algo, algo que de momento se me escapa. Veo a Zvyagintsev un autor maravilloso, un referente en el cine moderno, pues sus cuatro pelÃculas me parecen notables, rozando algunas de ellas el sobresaliente - la propia Leviathan -, por lo que hay que confiar en sus cualidades y esperar con paciencia que llegue una obra que coloque al ruso donde se merece.
Es curioso que una pelÃcula que se estrena el primer dÃa del año vaya a ser sin ningún atisbo de duda una de las más grandes del 2015. Los que hayáis seguido la trayectoria del director esperaréis Leviathan con ganas, los que no: dadle una oportunidad, no os arrepentiréis.