El coro - El viaje distraído
No creo que haga falta ser ningún iluminado para, únicamente leyendo el título de esta película, acordarse de Los chicos del coro, de Christophe Barratier. Bastante lejos de ser un calco de la citada película, El coro es una propuesta influenciada, principalmente, por las cintas de superación cuando se trata de destacar en un entorno desconocido. Eso no quiere decir que no guarde ciertas similitudes con la obra francesa, pues encontramos sus mejores momentos cuando más cerca se encuentra de la misma: en los momentos musicales.
Step (Garrett Wareing), un conflictivo niño de once años, acaba de perder a su madre en un accidente de tráfico. El joven tiene un don extraordinario para la música, por lo que, gracias a la ayuda económica de un padre biológico que nunca ha querido saber nada de él, ingresa en una prestigiosa escuela cuyo coro infantil viaja por todo el mundo. Además de las diferentes confrontaciones con sus compañeros, primero por ser el nuevo y más tarde por pura rivalidad, tendrá que enfrentarse al exigente maestro de la escuela (Dustin Hoffman), que no parece especialmente alegre por su presencia.
Como ya he dicho, El coro es una película efectiva cuando los únicos protagonistas son el pequeño Step y la música. En esos momentos, poco importa que nos estén contando una historia mil veces vista, pues François Girard imprime la garra y emotividad suficiente para que lo acontecido nos interese. Desgraciadamente, acaban teniendo excesiva relevancia algunas subtramas y personajes (el del padre biológico es vergonzante) que, lejos de aportar algo positivo a la narración, dan la sensación de existir única y exclusivamente para dotar al relato de una innecesaria tensión y motivar giros argumentales cada cierto tiempo. Una decisión un tanto dudosa, la de convertir en un thriller -al menos momentáneamente- películas cuyo desarrollo no lo requiere.
Con una dirección bastante funcional, el director canadiense parece empeñado en darle importancia a una música que no para de sonar en los 106 minutos que dura la película. Cuando no son los chicos del coro los que cantan, escuchamos música diegética e incluso el sonido de instrumentos cuya aparición sólo se explica si es para su propia utilización. Esta necesidad de enlazar melodías y sonidos de cualquier tipo no me molesta, pues su concatenación está lograda y supone una verdadera muestra de intenciones.
Pero es indudable que, entre numerosas y diversas distracciones repartidas a lo largo del metraje, la historia principal tiene el dinamismo y la fuerza suficientes para sustentar una película bastante irregular. Además, nos encontramos un elenco actoral bastante destacado, tanto por las interpretaciones de los jóvenes como por las de viejas glorias como Dustin Hoffman y, sobre todo, Kathy Bates. Ésta última no sólo aporta el temple y la veteranía, sino que además se convierte en el alivio cómico de la cinta.
El coro, tan trillada como dolorosamente comercial, tiene las suficientes virtudes como para sobresalir entre los productos denominados de usar y tirar. Sin embargo, el buen sabor de boca que me dejó tras el visionado se ha ido tornando en indiferencia.