Sexo fácil, películas tristes: Oportunidad desaprovechada

jueves, abril 23, 2015 0 Comments A+ a-

Pablo (Ernesto Alterio) es un escritor frustrado que malgasta su vida en el sector de la enseñanza. Sus ideas y escritos no llegan a ningún lado; pero un día, un amigo suyo que es productor de cine le encarga que escriba una comedia romántica ambientada en Madrid. El amigo le dice claramente que ésta debe ser la típica historia romántica que agrade el público, con besos tempraneros y final feliz, pero Pablo no parece muy contento con la idea.  La película se desarrollará alternando realidad y ficción: la relación de Pablo con su mujer, y el guion que irá escribiendo éste, con Víctor (Quim Gutiérrez) y Marina (Marta Etura) como protagonistas.

La idea de la que parte Alejo Flah es fantástica, más aún cuando parece anunciar que va a saltarse por completo los preceptos o códigos de la comedia romántica tradicional. Al salir de la sala podremos ver que esa reinvención no se ha llevado a cabo, y que la frescura y dinamismo que se apreciaba en la parte inicial del filme a partir de los saltos entre realidad y ficción se han ido diluyendo durante el metraje. La posibilidad de convertirse en una película original y atípica se esfuma de golpe y porrazo, pues más allá de la alternancia entre ambas historias sólo vislumbro una “comedia” romántica bastante sosa. Un guion simplón e incluso torpe echa por tierra un trabajo notable de puesta en escena. Flah fue el encargado de escribir el guion de Séptimo, uno de los peores guiones del año de su estreno. Quizá para otra ocasión deba plantearse el dejar que otra persona se ocupe del libreto del filme.


La química entre Quim Gutiérrez (que una vez más hace el mismo papel) y Marta Etura es probablemente lo mejor de la película, aunque su historia de amor esté tan fugazmente desarrollada que no podamos disfrutar de ella (de la química y de Etura) como nos gustaría. La buena idea de que realidad y ficción se sucedan entre sí sólo consigue que ninguna de las dos historias contenga un mínimo de profundidad. Ernesto Alterio está más que convincente en un personaje que parece dibujado para Ricardo Darín. De entre los secundarios es obligatorio hacer mención especial a Carlos Areces, que se corona como un impecable roba escenas que nos regala los mejores momentos de la película.

La ópera prima del director y guionista argentino se estanca por su desarrollo torpe, que hace un uso constante, en ambas historias, de los clichés que parece denostar en un principio. La línea argumental de la historia desarrollada en Madrid carece de profundidad, mientras que la que se desarrolla en Argentina no despierta en mí ningún interés. Lo peor de todo es que la película deja un mensaje en el aire de lo necesario que es mantener una relación de pareja para ser feliz, que paradójicamente es escrita por alguien que está pasando por una crisis sentimental.


Sexo fácil, películas tristes se estrella en su intento de innovar y dejar a un lado los convencionalismos. Entretiene y tiene buenos momentos, pero entre unas cosas y otras acaba perdiéndose entre la mediocridad.