El apóstata - Caótico proceso

viernes, octubre 02, 2015 0 Comments A+ a-



el pelele está malo, ¿qué le daremos?
una zurra de palos que le matemos.
el pobre pelele, el empelelao,
se tienta lo suyo, lo tiene arrugao.
le da con el dedo, lo quiere mullir, el pobre pelele se quiere morir.
el pelele está malo, ¿qué le daremos?
agua de caracoles, se pondrá bueno.
El apóstata cuenta la historia de Tamayo, un hombre de unos treinta años que, unido toda la vida a una religión que no comparte -el catolicismo-, decide apostatar para que así su nombre sea eliminado de todos los registros y cualquier vínculo con la iglesia desaparezca. Para ello deberá soportar un arduo proceso, repleto de trámites burocráticos y voces que cuestionan sus actos. Además existe un añadido bastante curioso: Tamayo es un ser descuidado, incapaz de terminar su carrera y que desea a su prima, lo que hace que a ojos del resto de humanos su decisión de apostatar sea vista como un mero capricho.


Federico Veiroj, que vivió unos años importantes de su vida en Madrid, decidió hacer esta película cuando su amigo Álvaro Ogalla, protagonista y coguionista de la misma, le contó su odisea a la hora de apostatar. Así, el director uruguayo alterna en esta deliciosa comedia el seguimiento casi documental de su protagonista -siguiendo la línea de lo que hizo en La vida útil-, con los delirantes episodios que tienen en lugar durante el proceso, complementados maravillosamente con las ensoñaciones del protagonista y con un uso siempre adecuado de los elementos cinematográficos.

A pesar de su liviandad y su estatus casi predefinido de película pequeña -por su presupuesto, sus pretensiones…-, El apóstata acaba colándose en esa categoría que alberga múltiples obras que, por diversos motivos, adquieren mayor entidad y trascendencia de lo que trasmiten sus propias intenciones. Porque sí, El apóstata es una de esas pequeñas grandes películas; de las que contienen lecturas y apuntes más que interesantes bajo su aparente simpleza. Veiroj consigue deleitarnos, a pesar de las escasas dimensiones de la propuesta, con su inagotable imaginación. Una cinta repleta de detalles, muchos de ellos aplicando múltiples referentes sin perder un ápice de personalidad.


Existe un pequeño peligro que, sin embargo, es sorteado con extrema facilidad. No obstante, no descarto que determinadas personas puedan sucumbir al encontrarse con un personaje protagonista un tanto apático. En cualquier caso, yo me contagio de la inusitada simpatía que desprende, que a mi juicio es fruto de esa misma apatía que muestra frente a ciertos aspectos de su vida. El apóstata, que remite no pocas a veces a El proceso -obra literaria o adaptación cinematográfica, igual da-, se sitúa como una de las mejores películas presentadas a competición en la última edición del Zinemaldia. Para este cronista se trata, además, de la mejor película española -si se me deja considerarla así- de este 2015.

Por si fueran pocas las virtudes de la cinta, también esquiva cualquier posibilidad de tildarla como crítica gratuita y desmedida a la señora institución llamada iglesia, pues el dibujo de un protagonista tan… ¿perezoso? aumenta las miras y el discurso, no saliendo ninguna de las partes bien parada. El humor surge a partir de dos posiciones completamente opuestas. Si menciono esto es, principalmente, porque ya he leído alguna opinión descalificando la película por ser una crítica injustificada a la iglesia y el catolicismo. Que nadie, independientemente de sus ideas o creencias, se aleje de esta genialidad por leer tales estupideces.