Festival de San Sebastián 2016 (2)

jueves, octubre 06, 2016 0 Comments A+ a-

Las ovejas (más) negras de la Sección Oficial

En este segundo texto voy a hablar de algunos títulos de la Sección Oficial, en concreto de aquellos cuya presencia a competición (fuera de ella también lo sería, para qué engañarnos) resulta ser un absoluto misterio (empiezo así más que nada por ir de menos a más, dejando lo mejor para el final). Por supuesto, también habrá lugar para hablar de las inexplicables loas recibidas por uno de ellos entre la crítica (o, mejor dicho, una parte muy minoritaria de ella), pues ha recibido incluso el calificativo de incuestionable obra maestra. En otro momento seguiremos con otros títulos entre mediocres y nefastos cuya selección es igualmente incomprensible (como ya dije, lo de la Sección Oficial de este año es un asunto para debatir con tranquilidad y mucho tiempo), aunque al menos no directamente dañina.

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Dada la importancia y el entusiasmo que generan entre cierta parte del público y/o la crítica los homenajes y las referencias estériles, la presencia de Playground como película a competición en este Zinemaldia no debería ser ninguna sorpresa. Lo más preocupante del asunto es que una propuesta venga con la intención de establecer interrogantes sobre la violencia infantil y termine siendo un simple vehículo para representar la misma de la forma más gratuita posible. Porque todo en esta película es gratuito, desde la forma de montar algunas secuencias con ¿violencia? hasta su injustificadamente prolongado penúltimo plano (no por lo que ocurre en él, ni por lo que dura, sino por lo que le precede en el resto de metraje). Pero claro, después de ver algunas de las escenas peor filmadas de todo el festival, uno no puede esperar sino un final a la altura de las circunstancias. En la ópera prima de Bartosz M. Kowalski no hay un discurso real, no hay coherencia, simplemente un cúmulo de referentes muy mal digeridos y peor implantados. Y no, no todo vale, pues no sólo estamos hablando de una representación gratuita y grotesca de la violencia sino de un trabajo cinematográfico sencillamente deleznable.

Resultado de imagen de as you are 2016

Si el nombre de Gus Van Sant ya estaba muy presente -aunque a la sombra de otros- en Playground, su relevancia en As You Are es indiscutible. Tras hacerse en el Festival de Sundance con el Premio Especial del Jurado, este título acabó nadie sabe muy bien por qué en la Sección Oficial del Zinemaldia. La película comienza desvelando su estructura de caso policial (y con ello sus pocas posibilidades de sorprender positivamente), dejando claro desde un primer momento el futuro de los tres amigos protagonistas. Desde luego, las intenciones de este trabajo parecen mucho más nobles que las de la cinta polaca de la que hablamos anteriormente, pues al menos trata de esbozar algunas claves sobre el comportamiento adolescente (y humano) en determinadas circunstancias. En este caso, lo que hace de ella un trabajo verdaderamente irrisorio es el desatino con que el debutante Miles Joris-Peyrafitte hace uso de algunos elementos cinematográficos, tales como la cámara lenta, el plano cenital y efectismos varios que evidencian que no es fácil ser Van Sant. Sin embargo, siempre podemos quedarnos con su inigualable homenaje a Kurt Cobain.

Por último, vamos a hablar de un par de películas ni de lejos tan dañinas como las anteriores pero cuya presencia a competición en la Sección Oficial nos descoloca aún más. Como nexo común, cabe destacar que ambas se adentran el género del thriller (muy transitado en esta Sección Oficial, para bien y para mal) sin demasiado éxito. Otra coincidencia es que ninguna de ellas es carne de festival, no ya por su insuficiente nivel sino por sus formas, tan tradicionales y reutilizadas que hacen daño.

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La primera de ellas, Rage, del japonés Lee Sang-il, que dirigió un notable remake de Sin perdón, empieza con fuerza al remitir inevitablemente a Seven. Después, por desgracia, lo único que hay en esta propuesta es un caos narrativo sin igual, casi dos horas y media en las que se entreteje un drama y una historia criminal que terminan por no importarle a nadie. Ni rastro de aquel autor que supo trasladar la magia de la obra maestra de Clint Eastwood a territorio nipón. Por otro lado, nos tuvimos que enfrentar al nuevo trabajo del islandés Baltasar Kormákur, conocido por sus repetidas e infructuosas incursiones en Hollywood. The Oath no es ni por asomo tan caótica y fallida como Rage, pero aun así no es más que una ida de olla sin ideas narrativas o visuales (si acaso hacer de sus planos de transición su seña de identidad) nada agradable de visionar que podría haber protagonizado Liam Neeson en sus horas más bajas. Con todo, su desvarío hace más que probable su disfrute en según qué circunstancias (para otra ocasión, esperemos que fuera de la Sección Oficial a competición).