Como vengo haciendo de una u otra forma desde que cubro el Festival de San Sebastián, voy a tratar de hacer un repaso de la Sección Oficial dejando a un lado su polémico palmarés. Polémico e irrelevante, pues a estas alturas no deberÃa sorprender a nadie que las pelÃculas premiadas en el Zinemaldia tengan un impacto mediático prácticamente nulo. Ser premiada en este festival ni siquiera garantiza un estreno en salas a nivel nacional, por lo que los ridÃculos enfados de personajes de la crÃtica ya mayorcitos para llamar la atención serán olvidados con la misma facilidad que la mayorÃa de pelÃculas a concurso ―independientemente de su calidad y de si llegan o no a estrenarse―. Lo crean o no, las mujeres ―aunque hasta bien poco parecÃa imposible― tienen el mismo derecho que los hombres a hacer pelÃculas malas u olvidables y a recibir premios por ellas. Y los jurados de los festivales, como siempre, tienen el mismo derecho que siempre a errar en el reparto de galardones y a desbaratar cualquier predicción razonable. En la lÃnea de lo que comentaba, dos semanas después de la conclusión del certamen, las tres pelÃculas mejor tratadas por el jurado ―Blue Moon, As in Heaven y Earwig― no han encontrado distribuidora en nuestro paÃs. Es para hacerse unas cuantas preguntas y obligarse a encontrar alguna respuesta lógica que permita hacer justicia a lo que, no olvidemos, sigue siendo un festival de Clase A.
Una vez os he aburrido con un análisis vago y deslavazado de la Sección Oficial, quiero acercarme de forma breve y personal a buena parte de las pelÃculas vistas en el marco de la competición, haciendo comentarios de muy diverso cariz y bastante especÃficos. Vamos a por ello, de momento con las tres pelÃculas que más me convencieron de la sección:
Está bien empezar por Benediction, una de las ―con razón― favoritas de la crÃtica y justa ganadora del premio al mejor guion. Soy de la opinión de que la pelÃcula merecÃa mucho más en el palmarés, pero veo interesante tratar de entender por qué ha recibido un galardón que a priori no parece el más apropiado para una pelÃcula asà de contundente. Puede que nos encontremos ante la obra más ambiciosa de Terence Davies y, quizá por eso mismo, ante una de las más fallidas. A su contención y precisión habituales hay que añadirles la reiteración en el uso de ciertos recursos visuales y narrativos, elementos muy potentes y atractivos que no resultan tan significativos en su repetición sistemática. Pero Benediction puede permitirse rozar el naufragio en algunos puntos y lucir orgullosa la fragilidad de sus imágenes: el tramo inicial de la pelÃcula y los apropiados insertos de material de archivo de la I Guerra Mundial, en consonancia con la muy próxima objeción de conciencia por parte de su protagonista y su puesta en imágenes, se configuran como uno de los alegatos antibelicistas más sinceros del cine reciente. Por no hablar de la sensibilidad con que se la muestra la influencia de la guerra en el desarrollo de su protagonista, tanto a nivel inmediato como, especialmente, en el último perÃodo de su vida. Ojalá todas las pelÃculas endebles lo fueran de esta manera, tan vivas y emocionantes en su fragilidad. En cierto modo, y probablemente como una simple pero contundente muestra de genio, de saber ―y querer― hacer, Davies contradice aquà todas esas palabras vertidas sobre su cine que lo criticaban por su frialdad o rigidez. No hay que confundir el dominio de la puesta en escena, la concreción en el punto de vista y en la planificación, con la rigidez.
En un palmarés donde han reinado las pelÃculas dirigidas por mujeres y ellas mismas en primera persona, sorprende la total ausencia de una propuesta como Camila saldrá esta noche. Sorprende, más que por ser una pelÃcula notable en lo descriptivo y por la capacidad de Inés MarÃa Barrionuevo de comprender a sus personajes, por la frontalidad con la que trata un tema como el feminismo. No es que pretenda hablar de la lucha feminista, sino que directamente filma y monta desde la aceptación de una realidad feminista, la realidad de unos personajes que actúan desde el feminismo incluso en el contexto de una escuela privada. Y eso no es algo que ocurra muy a menudo, acostumbrados a un cine contemporáneo que mercantiliza las causas sin reparo y las utiliza antes como medio que como fin. El feminismo es algo intrÃnseco a Camila saldrá esta noche, y por ello me ha sorprendido leer crÃticas negativas aludiendo a su “militarismo”. Seguramente vengan de los mismos que justifican cualquier cosa en el cine, cualquier representación o posicionamiento moral, porque en la ficción todo vale. Pero la pelÃcula de Barrionuevo cuenta con un inteligente trabajo de cámara que acompaña a su protagonista en un viaje que en esta ocasión no es de autodescubrimiento, sino de simple reafirmación de sus convicciones. Como realmente no hay enseñanzas, solo descripción de hechos y problemáticas, el tramo final pierde fuerza, se atasca un poco al no dirigirse hacia una conclusión (pre)determinada. Parece que el cine de gestos bonitos y sentimientos positivos (sin que esta pelÃcula sea tampoco un caso paradigmático de ello) no tiene cabida en un palmarés como el de San Sebastián. Igual Inés MarÃa Barrionuevo deberÃa haber cambiado la marcha verde Argentina por un atentado terrorista para que la tuvieran en cuenta. Pero, afortunadamente, no todo el cine se hace pensando en los premios y en las polémicas.
También me apena el ninguneo a Vous ne désirez que moi, pero en este caso no es motivo de sorpresa. Gustos y subjetividades aparte, no es de justicia despreciar la pelÃcula de Claire Simon diciendo que no es cine o que es teatro filmado. PodrÃamos empezar preguntándonos qué es el cine, y si alguien tiene la respuesta, o por lo menos la capacidad o las ganas de argumentar por qué esta pelÃcula no lo es, igual podrÃa dar por válida una sentencia tan vaga y a la fuerza irreflexiva. ¿Es la palabra incompatible con el cine? ¿Por qué no iba a poderse vertebrar una pelÃcula a partir de la palabra, de unos testimonios reales que antes que escritos fueron verbalizados? ¿Qué hay más cinematográfico que darle voz y ponerle rostro a algo de lo que no queda ningún registro visual? Vous ne désirez que moi, con sus imprecisiones y con la siempre difÃcil tarea de trasladar cualquier parte de la vida de Marguerite Duras a la pantalla de cine ―en este caso, además, sin rendirle un tributo exagerado dada la naturaleza del material―, brilla y fascina en su tratado sobre la filmación de la palabra y, más aún, del arte de escuchar, de comprender, de querer saber. Se me ocurren pocas cosas más cinematográficas que decidir cuándo se muestra el rostro del emisor y cuándo el de su interlocutor, a través, en este caso, del montaje cinematográfico ―bien mediante el plano-contraplano, bien con el propio montaje interno y los movimientos de cámara que permutan de un rostro a otro―. Todo ello con la inteligencia de Swann Arlaud y Emmanuelle Devos y el sugerente trabajo fotográfico de Céline Bozon.