Mi casa en París - La comedia (melo)dramática

sábado, agosto 08, 2015 0 Comments A+ a-

Mathias (Kevin Kline), un neoyoquino en peligrosa situación económica, viaja a París con la intención de vender un lujoso apartamento que acaba de heredar de su padre, con el que no mantenía relación alguna. Cuando llega a la casa, descubre que en ésta vive una mujer nonagenaria (Maggie Smith) junto a su hija Chloe (Kristin Scott Thomas). Lo que ha heredado es un contrato de viager que mantenía su padre con Mathilde, a la que deberá proporcionar una renta mensual hasta el fin de sus días. Debido a sus dificultades económicas, la anciana deja que Mathias ocupe una de las habitaciones, mientras éste busca opciones para vender la casa.


La situación que se plantea da pie a muchas salidas cómicas, que se materializan en el inteligente y ácido -en su primera mitad- libreto del debutante tras las cámaras Israel Horovitz, que adapta su propia obra My old lady. La primera mitad de la película es una delicia, se explota a la perfección la búsqueda de posibilidades de Mathias por evitar mantener el contrato. Asistimos a momentos impagables como cuando éste visita a la médico de cabecera de Mathilde para preguntar por su salud, cuya respuesta es que la anciana está como un roble. Kevin Kline está fantástico, sobre todo en esa faceta cómica de la que hablo, y es secundado a la perfección por las siempre correctas Maggie Smith y Kristin Scott Thomas.

Por desgracia, una vez superada la mitad del metraje la película se torna en un melodrama de oscuros secretos del pasado, de esos que tienen todos los ingredientes para fracasar por sí mismos. Si a esto le sumamos que la aparición de éste viene precedida de prácticamente una hora de comedia de lo más ligera, el contraste echa por tierra la patética historia que tiene lugar entre las paredes del apartamento. No hay equilibrio de ningún tipo, y si Mi casa en París no se echa a perder por completo es gracias a las interpretaciones de Kline y Scott Thomas, cuya química nos regala potentes escenas cómicas y dramáticas.


El ambiente hostil se ve reforzado con los objetos de caza que hay en la habitación que ocupa Mathias. El final de la cinta es para echarse las manos a la cabeza, los vínculos entre los tres protagonistas desembocan en una resolución un tanto torpe, que confirma esa clamorosa bajada de nivel con el cambio de registro que lleva a cabo Mi casa en París. Tenemos una estupenda primera mitad de comedia ligera, pero también una segunda realmente espantosa. El resultado se torna pues notablemente irregular, y deja un debut como director de Horovitz de lo más frío. Uno no puede evitar salir de la sala con una sensación agridulce, pues el inicio de la película apuntaba muy alto.