Aprendiendo a conducir - Reconducir tu vida
La vida de Wendy (Patricia Clarkson), una intelectual crítica literaria de prestigio, se tambalea cuando se entera de que su marido le ha sido infiel con una de sus alumnas. Tasha, la hija de ésta, le propondrá que se saque el carnet de conducir para así poder ser independiente e ir a verla a la casa de campo. Por circunstancias del destino, Wendy conocerá a Darwan (Ben Kingsley), un refugiado político hindú de la casta sij que alterna su trabajo de taxista con el de profesor de autoescuela. Así, Darwan y Wendy se irán conociendo poco a poco en esas clase de conducir en las que el uno al otro se ayudarán a (re)conducir sus vidas. La relación entre dos personas que se conocen fruto de la casualidad, a través de la que Coixet intentará tratar muchos temas para no profundizar en ninguno. Alejada del dramatismo al que nos tiene acostumbrados, Coixet parece limitarse a trasladar a la pantalla el guion escrito por Sarah Kernochan -ganadora del Óscar en dos ocasiones-, que adapta una historia real.
De esta realizadora catalana únicamente he podido ver Mi vida sin mí, a mi parecer una estupenda película. Tras ver Aprendiendo a conducir, el primer trabajo en el que relega el drama a un segundo plano en favor de la comedia, me queda totalmente claro cuál es el terreno en el que más cómoda se encuentra. Hablo del drama, por supuesto. La nueva película de Isabel Coixet se encuadra en el género de la tragicomedia, acercándose a ese tipo de películas tan en alza como son las feel-good movie. Lo malo de esto es que no consigue ser dramática ni graciosa o divertida.
Consciente de lo endeble del guion y la historia en sí, la directora decide depositar todo el peso de la cinta sobre sus dos extraordinarios actores protagonistas: Un genial Ben Kingsley que da el pego absoluto como indio bonachón, y una más que excelente Patricia Clarkson como mujer totalmente desesperada y abatida. Aprendiendo a conducir no supone ningún desastre gracias a la velocidad con la que empatizamos con ellos. No pasa de lo mil veces visto, previsible, banal y cotidiano, pero al menos no se sufre en exceso.
La película es tan bienintencionada como desalmada. Se podría haber profundizado en varios de los temas que la película pone sobre la mesa, como una pequeña crítica a esos matrimonios -casi- forzosos practicados en según qué religiones y, en especial, al racismo imperante en nuestra sociedad. Por desgracia, parece que lo único que no se trata con total superficialidad es la crisis interna de nuestra protagonista. La luminosidad formal de esta propuesta contrasta totalmente con la opacidad de su contenido.
Sé que quizá no sea el más indicado para decirlo -por haber visitado de refilón su fimografía-, pero no creo que Coixet deba perder el tiempo con trabajos que carecen de ambición. Sí, tengo entendido que últimamente sus excesos de ambición no le han reportado resultados positivos; sin embargo, soy de los que prefiere veinte intentos fallidos pero cargados de ambición a un correcto trabajo impersonal. Aprendiendo a conducir gustará a un determinado tipo de público, y dudo que consiga horrorizar en exceso; quizás no sea una mala propuesta para estos meses de verano si buscas algo insustancial. Eso sí, estoy convencido de que no la tardarás en olvidar.