El cuento de la princesa Kaguya - Studio Ghibli sigue sin perder el toque
Crítica escrita por Daniel Medina
Isao Takahata, cofundador de Studio Ghibli, regresa con El cuento de la princesa Kaguya. El que fuera director de la fantástica La tumba de las luciérnagas allá por el año 1988, no dirigía una película desde el ya lejano 1999 con Mis vecinos los Yamada. Por suerte, los fans del estudio japonés y del cine de animación estamos de enhorabuena con El cuento de la princesa Kaguya (basada en un cuento popular japonés del siglo IX, “El cortador de bambú”), quién sabe si la última obra de un genio que desgraciadamente ha vivido un poco a la sombra del legendario Hayao Miyazaki.
La película comienza en un paisaje campestre, en algún momento del pasado, cuando un cortador de bambú descubre un tallo brillante que se abre para descubrir una pequeña criatura. Fascinado, la lleva a casa con su mujer y para sorpresa de ambos acaba convirtiéndose en un hermoso bebé. Este bebé comienza a crecer a un ritmo vertiginoso hasta convertirse en una hermosa a la que acabarán llamando Kaguya, que significa luz brillante. El cortador de bambú, creyendo que había sido obsequiado con un regalo del cielo, decide que Kaguya, por aquel entonces llamada simplemente princesa, está destinada a convertirse precisamente en eso, y de paso es también un pasaje para la alta sociedad para el anciano matrimonio. Así pues, Kaguya es forzada a abandonar el campo por la gran ciudad, dejando atrás a sus amigos.

Sobre este último punto querría detenerme, la mortalidad, y es que dado el acelerado crecimiento de la muchacha uno puede presuponer que Kaguya no permanecerá tampoco mucho tiempo en este mundo y una sensación de tragedia se cierne irremediablemente en el tramo final. Es cierto que el ritmo de la película puede verse ralentizado hacia la mitad, en el que quizá sea un intento deliberado de presentarnos el cautiverio de la princesa y los fallidos intentos de su padre adoptivo por buscarle un esposo, pero no por ello deja de ser disfrutable.
Estamos ante una película con una calidad incuestionable que quizá no llegue a una gran audiencia como ya se demostró con su pobre recaudación en Japón, pero los fans del cine de animación se encontrarán ante un producto frágil y delicado, que recompensará de manera gratificante a aquellos que le den una oportunidad.