Calvary. Abusos, cinismo y redención

jueves, febrero 26, 2015 0 Comments A+ a-

La secuencia inicial de Calvary nos muestra cómo un hombre le confiesa al padre James Lavelle (Brendan Gleeson) haber sufrido abusos sexuales desde los 7 a los 12 años, a manos de un sacerdote. Este mismo hombre confiesa que necesita asesinar a algún miembro eclesiástico como venganza, y para ver si así consigue recomponer su resquebrajada identidad; afirma la necesidad de asesinar a algún párroco, pero no necesariamente a alguno culpable de esos actos, sino a uno bueno. El hombre desconocido para nosotros pero no para el padre, le confiesa a éste su intención de matarle el próximo domingo. Así pues, en Calvary asistimos a la vida de James durante esos días que le quedan (?), y su preparación para el final.


La forma en la que John Michael McDonagh mezcla drama y comedia, creando un equilibrio total entre ambos géneros, es digna de elogio. El cine de John se asemeja al de su reputado hermano Martin en cómo logran esa dicotomía entre comedia y drama, aunque encuentro dos diferencias vitales entre ellos: Martin opta por superponer la comedia ante el drama, mientras John hace lo contrario; el primero dota a sus trabajos de un ritmo elevado y de un dinamismo palpable, mientras que el segundo opta por realizar sus obras con lentitud, dosificando las dosis de humor y ralentizando el transcurso de la historia. Para un servidor es mucho más interesante y plausible la forma llevada a cabo por el director de El irlandés. La trama se desarrolla en un pequeño pueblo costero en Irlanda, que deja en bandeja al director de fotografía, Larry Smith, lucirse mostrando unos excelsos y bellos paisajes. Una fotografía que, al igual que el alma de nuestro protagonista, se irá apagando, adoptando unos tonos más fríos conforme se acerca el momento culmen: de su vida y de la película. A la belleza de estos paisajes le acompaña la primorosa banda sonora de Patrick Cassidy, creador de unos de los temas principales de El árbol de la vida.

Calvary supone un golpe sobre la mesa del director londinense, que se consolida como un autor muy a tener en cuenta. La película se sustenta sobre dos pilares fundamentales: un sólido guión, escrito por el propio McDonagh, el cual va incrementando el componente dramático conforme se acerca el desenlace, en detrimento del humor negro inicial -sin desaparecer por completo-; y un descomunal Brendan Gleeson, que consigue meternos en la piel de ese cura repleto de dudas. El resto del reparto le secunda de maravilla, destacando a Kelly Reilly en el papel de su hija Fiona. 


McDonagh realiza un certero retrato de una comunidad rural irlandesa, aunque extrapolable a cualquier otro lugar y momento, y de la imagen decadente de la iglesia en la actualidad. La imagen que arrastra a un buen hombre a su calvario personal, sacudido y condenado por los actos de sus congéneres. El retrato (o crítica) se nos presenta a través de continuas secuencias del padre ejerciendo las labores de siempre: ayudar a los vecinos del pueblo como el buen párroco que es. En las diversas conversaciones con éstos saldrán temas como la avaricia, la fe, el miedo y la pérdida de identidad; a través de la interacción entre los vecinos y James, apreciaremos la hipocresía reinante en la sociedad actual: los mismos que cargan contra el padre por sus propias dudas, son aquellos que todos los domingos se le confiesan en misa. Se le podría achacar al film el ser algo disperso, pero quizá era la única manera de definir con claridad el panorama que rodea al sacerdote.

Habrá que seguir con interés la carrera de John Michael McDonagh, al que considero uno de los autores más interesantes de la actualidad. Calvary es una bomba de relojería que tardará una semana en estallar, y en la que asistimos a un retrato de la hipocresía actual nada condescendiente. Una obra que se desarrolla en círculos sobre el eje indiscutible de ésta: Brendan Gleeson. Un hombre que tendrá que cargar con sus pecados (y con los del resto) en busca de la salvación de su alma y del mundo que le rodea.