La ley del mercado - Sumisión

lunes, febrero 22, 2016 0 Comments A+ a-

Mercado 1 bisAntes de ponerme a hablar sobre La ley del mercado, sexto largometraje de Stéphane Brizé, me gustaría recomendaros que no leáis la sinopsis que circula en todas las páginas web existentes. Si digo esto es, más que nada, porque, además de obviar el planteamiento real (al menos en su inicio, que es lo que debería importar en una sinopsis) de la cinta, puede confundir un poco al espectador menos paciente. No sería ninguna locura afirmar que en La ley del mercado conviven dos películas distintas, aunque filmadas desde una misma mirada. La película nos habla de la dificultad de encontrar trabajo para las personas en edad adulta, cuando la jubilación se encuentra mucho más cerca de lo que nos gustaría (sí, quedarse a los 50 años sin trabajo es uno de los problemas que más afecta a nuestra sociedad); pero también de todo aquello a lo que estamos expuestos para mantener nuestro empleo, generando en algunas ocasiones dilemas morales que cuestionan nuestra humanidad tal y como la conocemos. Así, La ley del mercado abarca mucho más de lo que en principio esperábamos, aumentando un calado cuya efectividad reside en la mirada de Brizé, que se mantiene alejada de cualquier tipo de filtro.

Mercado 2Me duele bastante decir esto, pero si esta película la hubiesen firmado los hermanos Dardenne su éxito se habría multiplicado por dos. No obstante, es de agradecer que el jurado del Festival de Cannes se atreviera a premiar a Vincent Lindon, cuya veraz interpretación podría haber pasado desapercibida por no resultar demasiado vistosa. La comparación con los Dardenne no es gratuita, pues el estilo de este trabajo sigue las constantes que desde hace dos décadas viene marcando la pareja de directores belga, sin duda los referentes del cine social actual. Pero desde luego existen bastante diferencias: Brizé se aleja del tremendismo del que muchas veces hace gala el cine de los hermanos, mostrando una mayor sobriedad tanto en la puesta en escena como en el discurso. La cámara en mano está presente -como no podía ser de otra manera-, pero su uso no es excesivo y está perfectamente equilibrado con la gran cantidad de planos sostenidos; unos planos que, en su mayoría, prefieren captar el rostro de los receptores que el de los personajes que hablan, como si nos obligaran (a los personajes y a nosotros mismos, los espectadores) a realizar un trabajo de empatía. La voz fuera de campo como metáfora del sistema del que somos presos, que nos oprime y que merma nuestra libertad. No es casualidad que el protagonista acepte un puesto como vigilante de seguridad en un supermercado, representando esa privación de la intimidad.

Mercado 3A pesar de todas sus virtudes, que no son pocas, La ley del mercado nunca llega a ser un film notable. Se mantiene siempre más allá de la corrección, pero aún mucho más lejos de la genialidad o la grandeza. Quizá sea más adecuado elogiarla por sus intenciones que por su resultado, que no deja de ser discreto. Paradójicamente, mis pequeños problemas con la cinta surgen fruto de esa vigorosa mirada casi documental de Brizé. Ese extremo naturalismo creado a partir de la puesta en escena es sacrificado mediante algunas decisiones de guion que, por sensacionalistas, traicionan el espíritu realista de la cinta y nos hace llegar un mensaje un tanto difuso. Que el hijo del protagonista -que se encuentra ya de por sí en una situación insostenible- sea discapacitado podría no ser más que una anécdota, un detalle sin importancia; pero en el tramo final tienen lugar situaciones forzadas que parecen indicar lo contrario, y que entierran ciertas ideas que parecían consolidadas en pos de llegar al final que Brizé y Olivier Gorce (coguionista de la película) querían. La conclusión se antoja decepcionante, más por el artificio que posibilita su llegada que por lo que representa.

Con sus pequeños peros, La ley del mercado es una buena película, bastante incómoda por su necesaria crueldad a la hora de enfrentarnos a una realidad que en muchas ocasiones nos gustaría eludir. Brizé conoce bien la ley del mercado, y articula una convincente crítica al capitalismo mediante un retrato demoledor. La interpretación de Lindon no hace más que aumentar el realismo de la cinta, dejándonos un admirable trabajo de contención que justifica su premio al Mejor protagonista en Cannes. Muy recomendable.