Carol - La dama y el ángel caído

lunes, febrero 01, 2016 0 Comments A+ a-

Crítica escrita por Jorge Aceña

Carol 5En la reedición de la novela con el título que da nombre a la película – la primera vez que se publicó fue con el título de El precio de la sal y bajo el seudónimo de Claire Morgan – aparecían unas notas de autor, tanto en las primeras páginas (a modo de prólogo) como en el final del libro. Las firmaba Patricia Highsmith, la autora, quien 38 años atrás decidió no correr ningún riesgo y optó por anotar un nombre falso en su obra antes de publicarla. El hecho de no revelar su identidad  no era otro que su temática, pues narraba la historia de un amor prohibido entre dos mujeres. Highsmith contaba que la idea partió de un suceso puramente autobiográfico, cuando por necesidades económicas no tuvo más remedio que trabajar en unos grandes almacenes. Allí es donde tuvo lugar el encuentro con una mujer cuya figura, cuyo rostro, cuya mirada le impactó al instante, sintiendo algo inaudito, indescriptible. La conmoción por aquel encuentro tuvo que ser tan grande que, grabado a fuego en su mente, escribió esa misma noche  y de un plumazo la historia. Leyendo la novela, una siente en todo momento la fragilidad, la delicadeza, la tristeza, el sentimiento de estas dos mujeres de distinta clase social, atrapadas en una realidad que las ahoga, encontrándose en medio de una sociedad falta de moral que enjuicia con impudicia y considera indecente un acto de amor entre personas del mismo sexo. La novela era el reflejo de un idealismo restringido por la falta de valores, por la ferocidad de un organismo intolerante y represor; no obstante, Todd Haynes realiza con Carol una adaptación asombrosa, capaz de captar hasta el último elemento que define a la obra de Highsmith.

Carol 6 bisRealmente faltan las palabras para describir lo que supone ver esta película, donde cada silencio, cada gesto, cada mirada… donde cada plano es capaz de decir y de hacer sentir lo mismo o incluso más de lo que figuraba en el texto. Tan magistral como inabarcable, Haynes realiza una película honda, una historia de amor sensible, sutil, milagrosa, tierna, hermosa y apasionante, donde las miradas de Cate Blanchett y Rooney Mara traspasan la pantalla, atraviesan directamente el corazón. Ninguna de las dos protagonistas habla del sentimiento, de la profundidad del afecto que ambas se guardan. Sobran las palabras. Una sola mirada, de inocencia por parte de Therese y de mesura por parte de Carol, se define por sí sola. Y desde que uno ve Carol, cuesta pensar en otras actrices que no fuesen Blanchett y Mara, la elegancia y la madurez que desprende una y la inocencia y sencillez que desprende otra. No hay distinciones entre ambas, las dos son las protagonistas. Carol arrastra el problema del divorcio de su marido, quien pedirá la custodia total de su hija ante la impotencia de ver como su matrimonio está acabado; Therese, entre otras cosas, víctima de la incertidumbre respecto a su condición sexual. Ambas están unidad por su romance y se encuentran en el punto de mira de la sociedad.

Carol 4Si Haynes plasma cada ápice emocional hasta convertirlo en todo un prodigio de extrema sensibilidad y romanticismo su mirada adquiere un esencial protagonismo, tanto por lo que él percibe de la obra y lo traslada a la pantalla – traducido en un sinfín de matices, de concepciones y momentos únicos – como por la manera de narrar la propia historia, pues la narrativa que se lleva a cabo es sencillamente perfecta, en su forma, descripción y desarrollo. La secuencia seleccionada para abrir la película ya rompe el esquema lineal de la novela, un acierto respecto a la posición personaje/espectador y a lo que sucede a continuación, que ya establece las primeras vías conjeturales sobre en qué momento de la propia trama ocurre lo que nos están mostrando. Cada pieza de la maquinaria de la que se compone Carol, tanto en el apartado técnico como en el artístico” es igual de valiosa que las demás; así, la narrativa va acompañada de una puesta en escena elaborada de forma impecable, perfectamente conjuntada, hasta el más mínimo detalle. La fotografía de Edward Lachman ejerce un poder inmenso, con la capacidad de transportarnos al Nueva York de los años 50, algo a lo que unido a la dirección de Haynes y la música de Carter Burwell – fiel en apoyar cada escena en sus exquisitas partituras – hacen que no parezca que estemos viendo una película que se manifiesta en aquella época sino una película perteneciente a esa misma época. Una obra maestra para ver y sentir, comprender y emocionarse. 

Puntuación: 8/10